
Sonya Crown
soncorona@gmail.com
En el verano del 2006 emprendí un viaje a la isla de Cozumel. En espera de vacaciones, me encontré con formas de vida que cambiaron mi percepción sobre el hombre y su convivencia con otras especies. Una noche de julio, tras la invitación de unos amigos que realizaban su servicio social en el Parque Nacional de Arrecifes de Cozumel, asistí a la zona virgen de la isla donde presenciamos la llegada de Tortugas Verdes y Caguamas para depositar sus huevos en nidos.
Iniciamos a las 21:00 horas y el área Este de la isla que colinda con el Mar Caribe lucía oscura y vacía. Por ley, nos dijeron, está prohibido el paso de automóviles en la carretera que recorre esa zona de Cozumel y durante toda la noche la policía local resguarda la playa para evitar la recolección de huevos de tortuga.
El objetivo de la brigada del Parque Nacional era realizar un monitoreo de nidos de tortuga, para obtener una cifra aproximada de los nacimientos que habría ese año y la migración de cada especie de tortuga al Sistema Arrecifal Mesoamericano, que es el segundo arrecife más extenso del mundo, abarcando desde Cozumel hasta Honduras.
Durante ocho horas realizamos la búsqueda de nidos que marcamos con cintas de plástico enterradas en la arena y en un mapa del área. A lo largo de la playa pudimos ver las huellas de las tortugas hembras que eran similares a las de una motoneta. Al localizar el rastro que la tortuga dejaba y la ubicación del nido, era necesario eliminar las huellas y aplanar la zona donde la tortuga cavó pacientemente el depósito de los huevos, así sería menos probable que algún depredador atacara el nido.
Cuatro biólogos acompañaban a la brigada, eran ellos quienes examinaban los nidos y nos indicaban si podíamos acercarnos a las tortugas que se asustaban con la luz de nuestras linternas. En algunas ocasiones era prudente dejar que las tortugas hicieran lo suyo y regresar más tarde, finalmente, eran ellas quienes habían esperado toda su vida para volver al lugar donde nacieron, con el único fin de dar más vida. “Los machos las esperan en el mar”, dijo una bióloga de la brigada. Después de que la tortuga hembra deposita entre 100 y 200 huevos y cubre el nido, se reúne con la tortuga macho. Y aunque ninguno participa del proceso de crianza de las pequeñas tortugas, poseen un instinto que las hace recorrer kilómetros en el océano, buscar un lugar ideal para sus nidos y continuar la permanencia de la especie pese a las difíciles condiciones. Quizá eso hizo especial esta experiencia, es precisamente el instinto el que vuelve a cualquier especie vulnerable semejante al hombre.






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